El verbo

Mi mente desde los seis años es un monton de dudas religiosas, y aunque a la mediana edad de los 20 crei alcanzar el nirvana al respecto, mas tarde me di cuenta que todo era vanidad, ahora ya casi entrando a los cuarenta, la que es mi esposa milita en mi religion de aquellos años juveniles, yo me pierdo en tanto en lecturas ociosas como el farandulero nuevo evangelio de Judas, que me parece mejor que el Codigo aquel del tal Bronw.
Descuidado este jueves de semana santa en estas dudas, decidi acompañar a mi esposa e hijos a la reunion de conmemoracion de la muerte de Cristo. Me distraje finalmente, en lo que fue un discurso abundante en detalles tecnicos tales como: la receta del pan, la elaboracion del vino, y la enumeracion y distincion de los grupos de personas que podian y los que no podian tomar del vino y comer del pan. Eche de menos entonces un poco de emotividad, un poco de fibra de sensiblero culebron venezolano, algo que a un ser dudoso de casi cuarenta lo moviera a accion, pero no lo hubo. No sin pesar termino entendiendo que ciertos grupos religiosos, en su afan de cimentar su propia verdad y acorde con los tiempos que corren, pretenden que todos sus fieles sean personas desprovistas de sentimiento seres tipo computador que al consultarsele algo desplieguen una serie de menus con textos biblicos y concordancias dudosas.
En fin, con el sabor de haberme servido una suculenta cazuela sin aliños, llegue a casa, prendi la tele, y termine viendo la pasión de Cristo segun Gibson.